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Categoría: Relatos de terror Guadalupe Dueñas, autora tapatía reconocida por su narrativa fantástica y de terror, nos sumerge en Tiene la noche un árbol (1958), un relato que combina lo surrealista con lo inquietante y la soledad con la deshumanización. Este cuento destaca por su capacidad para convertir escenarios cotidianos en espacios donde el miedo y la tensión psicológica se manifiestan de manera sutil pero constante. En Tiene la noche un árbol, Dueñas explora la fragilidad humana a través de personajes que enfrentan situaciones insólitas y aterradoras, muchas veces desde la perspectiva infantil o de la inocencia. Su estilo mezcla lo real y lo fantástico de manera armónica, logrando que el lector se cuestione constantemente qué es verdad y qué es producto del miedo o la imaginación. El título mismo sugiere una metáfora central: la noche como un árbol que crece y se ramifica, proyectando sombras y misterios sobre la vida de los personajes. Cada elemento del relato funciona como un símbolo de soledad, temor y desconexión, destacando la maestría de Dueñas para generar terror psicológico sin recurrir a lo explícitamente violento o sangriento. Datos interesantes
Resumen de la historia Introducción: El relato inicia con un ambiente aparentemente cotidiano, donde los personajes comienzan a experimentar situaciones extrañas y desconcertantes. Desde el inicio, el lector percibe que algo en la narrativa se aleja de lo normal, anunciando la presencia de elementos surrealistas y perturbadores. Nudo: Los personajes enfrentan fenómenos extraños, desde la percepción de criaturas o seres con comportamientos inusuales hasta la sensación de que el mundo a su alrededor está deformado. La tensión aumenta a medida que la protagonista o los personajes principales se ven envueltos en eventos que desafían la lógica, generando miedo y fascinación simultáneamente. Desenlace: El relato concluye dejando una sensación de inquietud y misterio. La autora no revela completamente la naturaleza de los fenómenos, permitiendo que el lector imagine y complete los vacíos de la historia. El miedo psicológico se mantiene hasta el final, reforzando la idea de que lo extraordinario puede surgir de lo cotidiano y que la percepción humana es un factor clave en la construcción del terror. Descripción de los personajes principales Niña o protagonista joven: Representa la inocencia y vulnerabilidad frente a un mundo que parece desconectado de la realidad. Su experiencia permite explorar cómo la percepción infantil magnifica el miedo y lo extraño. Personajes secundarios: Adultos o figuras que interactúan con lo surreal y lo fantástico, aportando un contraste con la visión de la protagonista y reflejando la deshumanización y desconexión emocional de la sociedad que Dueñas retrata. Criaturas o elementos fantásticos: Animales que hablan o actúan como humanos, objetos con comportamiento autónomo y fenómenos sobrenaturales que intensifican el suspenso y la sensación de amenaza. El entorno: Espacios aparentemente cotidianos —casas, calles, patios— que se transforman en lugares de tensión psicológica, reflejando el miedo, la soledad y la percepción subjetiva de los personajes. Tiene la noche un árbol Era una noche silenciosa, aunque parecía que la casa respiraba con un ritmo propio. La protagonista, una niña de mirada curiosa y mente sensible, recorría las habitaciones tratando de comprender los sonidos que emergían de los rincones más inesperados. Cada objeto parecía tener vida propia, desde los libros que crujían al ser tocados hasta las cortinas que se movían suavemente sin que nadie las rozara. La niña sentía que cada sombra proyectada por la luz de la lámpara era más larga y oscura de lo que realmente debería ser. Caminaba con cuidado, tocando la madera fría de los muebles y escuchando con atención los susurros que parecían surgir del suelo. Algunos días antes, había visto un pequeño felino atrapado entre la reja del patio y la pared; ahora, la presencia de lo imposible parecía crecer a su alrededor. —¿Estoy soñando otra vez? —murmuraba para sí misma. En la cocina, un frasco grande llamó su atención. Dentro, una figura diminuta, casi humana, parecía moverse de manera autónoma. La niña se acercó y observó que aquel ser estaba solo, rodeado de un espacio transparente y frío. Sintió un escalofrío, pero también curiosidad. Al tocar el frasco, percibió un leve temblor, como si algo dentro reaccionara a su contacto. Cada paso que daba por la casa intensificaba la sensación de que la realidad se deformaba ante sus ojos. Los sonidos —crujidos, susurros, pasos invisibles— formaban un ritmo que parecía seguir la cadencia de su corazón. La noche se sentía viva, y la percepción de la niña se fundía con la atmósfera que Guadalupe Dueñas había tejido cuidadosamente: un espacio donde la inocencia infantil chocaba con lo inexplicable y lo inquietante. El tiempo parecía dilatarse. Un reloj antiguo marcaba las horas, pero los segundos se extendían como si tuvieran vida propia. Las sombras bailaban y las paredes parecían respirar. La niña comprendió que estaba atrapada en un escenario donde lo cotidiano y lo fantástico se entrelazaban, y que cada detalle, cada sonido y cada movimiento contribuían a un miedo sutil pero constante. En un momento, escuchó un murmullo que la llamó por su nombre. Giró la cabeza, y allí estaba: un pequeño animal, con ojos humanos, observándola desde la penumbra. La criatura no era amenazante, pero su presencia era perturbadora. La niña comprendió que no podía distinguir entre lo real y lo imaginario; todo parecía parte de un tejido de percepciones deformadas por la noche y la soledad. Al subir al desván, la niña encontró objetos antiguos: muñecas con ojos que parecían seguirla, libros cuyas páginas susurraban al ser abiertas y una sensación de que algo invisible la acompañaba en cada paso. Comprendió que el árbol de la noche —como si la oscuridad misma tuviera raíces y ramas— se había extendido por toda la casa, proyectando misterio y desasosiego. El clímax llegó cuando la niña descubrió un pequeño espejo en la pared. Al mirarse, no vio solo su reflejo: las sombras, los objetos y los sonidos parecían fusionarse con su imagen, creando un panorama inquietante. La percepción de la protagonista se convirtió en la clave de la experiencia del terror; la casa no estaba poseída ni maldita: era su mirada y sensibilidad las que transformaban lo cotidiano en extraordinario y perturbador. Al amanecer, la niña salió al patio. El felino ya no estaba, el frasco estaba vacío y la casa parecía tranquila, como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, la sensación de inquietud permanecía, recordándole que la noche y la percepción podían convertir lo habitual en un lugar de misterio y terror. La historia no termina con una amenaza externa, sino con la comprensión de que la mente humana, la sensibilidad y la soledad son capaces de crear experiencias aterradoras a partir de lo cotidiano. Análisis
Análisis
Preguntas de comprensión lectora
Respuestas a las preguntas de comprensión lectora
Reflexión Tiene la noche un árbol nos invita a reflexionar sobre la percepción humana y la sensibilidad ante lo desconocido. Guadalupe Dueñas demuestra que el terror puede surgir de la interpretación subjetiva de los fenómenos, especialmente cuando se enfrenta a lo inexplicable desde la vulnerabilidad y la inocencia. El cuento también muestra cómo la soledad y la atención detallada pueden intensificar la experiencia de miedo, transformando un ambiente cotidiano en un espacio de tensión y misterio. La historia nos enseña que no siempre hay necesidad de violencia explícita para generar terror; la mente humana, combinada con elementos fantásticos, puede crear escenarios igual de impactantes y memorables. Preguntas para reflexionar
Glosario de términos Surrealismo: Movimiento artístico y literario que mezcla lo real con lo imaginario de manera inesperada.
Percepción: Forma en que alguien interpreta y comprende lo que observa o siente. Vulnerabilidad: Estado de estar expuesto a peligro o afectado por emociones. Inquietud: Sensación de desasosiego o intranquilidad. Fantástico: Relativo a situaciones o elementos que no pertenecen a la realidad, provocando asombro o miedo. Sutileza: Característica de algo que se percibe de manera delicada o ligera, pero con gran efecto.
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