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Categoría: Cuentos “El ratón de campo y el ratón de ciudad” es una de las fábulas más conocidas de Esopo, el célebre fabulista griego que vivió aproximadamente en el siglo VI a.C. Este relato corto ha sido contado y adaptado en muchas culturas a lo largo de los siglos, con versiones incluidas en las colecciones de fábulas de Jean de La Fontaine, así como en adaptaciones modernas para niños y jóvenes en libros, películas y dibujos animados. Su mensaje universal sobre la sencillez versus el lujo la ha mantenido vigente a través del tiempo. En total, existen más de 50 adaptaciones documentadas en diferentes formatos y estilos en todo el mundo. Datos interesantes
Descripción breve de la historia
Personajes principales
Ratón de campo y ciudad Había una vez un ratón de campo que vivía en un pequeño agujero al pie de un viejo roble, en medio de prados verdes, flores silvestres y el murmullo de un arroyo cercano. Su vida era tranquila y sencilla. Cada mañana salía en busca de semillas, raíces tiernas y granos caídos de las espigas de trigo que los humanos olvidaban recolectar. Aunque su comida era modesta, el ratón de campo la consideraba un festín delicioso. Un día, mientras descansaba después de una buena comida de cebada y bellotas, escuchó un ruido entre las hojas. Era su primo, el ratón de ciudad, que venía a visitarlo después de muchos años sin verse. —¡Primo querido! —exclamó el ratón de campo al verlo—. ¡Qué sorpresa verte por aquí! ¿Cómo está la vida en la ciudad? —Llena de maravillas, lujos y manjares exquisitos —respondió el ratón de ciudad con orgullo—. Pero dime, ¿qué comes tú en este rincón tan apartado del mundo? El ratón de campo le mostró con entusiasmo sus provisiones: granos de trigo, cebada, algunas raíces y frutas silvestres. El ratón de ciudad frunció el ceño. —¡Pero primo! ¿Cómo puedes vivir con tan poca cosa? En la ciudad hay quesos curados, embutidos, pasteles, dulces y sobras deliciosas de las casas de los humanos. ¡Ven conmigo y te mostraré lo que es una verdadera comida de rey! El ratón de campo dudó. Amaba su hogar y la calma de la naturaleza, pero la idea de probar aquellos manjares lo llenaba de curiosidad. Así que, tras pensarlo un poco, aceptó la invitación. Partieron juntos en una fresca mañana de primavera. Caminaban entre senderos de tierra, cruzaban riachuelos y subían colinas hasta que, al atardecer, divisaron las altas torres de la ciudad. A medida que se acercaban, los ruidos y olores se volvían más intensos: el bullicio de las personas, el ladrido de los perros y el humo de las cocinas inundaban el ambiente. Cuando llegaron a la casa donde vivía el ratón de ciudad —una gran mansión abandonada durante el día por sus dueños—, el primo de ciudad lo condujo por oscuros pasadizos y agujeros hasta la despensa. —¡Mira esto! —dijo abriendo un pequeño hueco por donde podían ver la mesa del comedor—. Hoy hubo banquete, ¡y han dejado sobras maravillosas! El ratón de campo quedó asombrado al ver trozos de queso, migas de pan blanco, pastel de frutas, jamón, mantequilla y una gran variedad de manjares que nunca había probado. —¡Vamos, entremos antes de que alguien venga! —propuso el ratón de ciudad. Saltaron a la mesa y comenzaron a devorar los restos del banquete. El ratón de campo probó un poco de queso curado, un pedazo de pastel y una miga de pan tan suave que se deshacía en la boca. Todo era delicioso. Se sentía en el paraíso. Pero de pronto... ¡PUM! Se abrió la puerta de golpe. Una mujer entró corriendo, seguida de un enorme perro ladrando furiosamente. —¡Rápido, escóndete! —gritó el ratón de ciudad. Los dos ratones corrieron desesperados hasta meterse en un pequeño agujero en la pared. Allí se quedaron quietos, temblando de miedo, mientras el perro husmeaba alrededor ladrando con fuerza. El ratón de campo estaba pálido. —¿Esto es lo que pasa aquí todos los días? —preguntó jadeando. —Bueno... sí —admitió el ratón de ciudad—. Pero mira todo lo que tenemos para comer. El ratón de campo reflexionó unos segundos y luego dijo: —Prefiero mi cebada y mi tranquilidad en el campo que estos banquetes llenos de sustos. Me vuelvo a casa. Y así lo hizo. Despidió a su primo con cariño, le agradeció la hospitalidad y emprendió el regreso al campo. Al llegar, respiró profundamente el aire fresco de los prados y se sintió feliz de volver a su sencilla pero segura vida. Desde entonces, el ratón de campo nunca envidió la vida de la ciudad, y cada bocado de sus modestas provisiones le supo a gloria, porque no había mejor sabor que el de la tranquilidad. Preguntas de comprensión lectora
Respuestas a las preguntas de comprensión lectora
Reflexión Este cuento nos enseña que no todo lo que brilla es oro. A veces la vida sencilla y tranquila es mucho más valiosa que la abundancia llena de peligros e incertidumbres. El ratón de campo comprendió que la felicidad no está en tener mucho, sino en vivir en paz. Análisis de la moraleja La moraleja central de esta fábula es que es mejor vivir con poco y seguro, que con mucho pero en constante peligro. La ambición por lujos o placeres materiales no siempre conduce a la felicidad; en cambio, la sencillez y la seguridad ofrecen una vida más plena y tranquila. Es una lección eterna que nos invita a valorar lo esencial sobre lo superficial. Preguntas para reflexionar
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