|
Caregoría: Cuentos "La niña de los fósforos" (título original: Den Lille Pige med Svovlstikkerne) es un cuento escrito por el célebre autor danés Hans Christian Andersen, publicado por primera vez en 1845. Este relato es uno de los más conmovedores de su colección, conocido por su fuerte carga emocional y su crítica social hacia la indiferencia y la pobreza en la sociedad europea del siglo XIX. A lo largo de los años, este cuento ha sido traducido a múltiples idiomas y adaptado en diversas formas: teatro, cortometrajes animados, películas, musicales e incluso ballets. Su mensaje sigue vigente y ha servido como inspiración para obras en diferentes culturas y contextos. Datos interesantes
Breve descripción de la historia Introducción: En una fría noche de invierno, una niña pobre camina descalza por las calles de la ciudad, tratando de vender cajas de fósforos. Nadie se detiene a comprarle, y ella tiene miedo de volver a casa sin dinero. Nudo: Temblando de frío y hambre, la niña enciende fósforos para calentarse. Con cada chispa, tiene visiones reconfortantes: una estufa encendida, un banquete navideño, un hermoso árbol de Navidad y finalmente su querida abuela fallecida. Desenlace: La niña enciende todos los fósforos para prolongar la visión de su abuela y, en ese mágico instante, su alma es llevada al cielo para no sufrir nunca más. A la mañana siguiente, los transeúntes encuentran su cuerpo sin vida en la calle. Descripción de los personajes principales
La niña de los fosforos Había una vez, en una ciudad grande y bulliciosa, una niña pequeña que caminaba descalza por las frías y nevadas calles. Era la víspera de Año Nuevo y el viento gélido soplaba con fuerza, helando hasta los huesos. Sus piecitos estaban rojos y azules por el frío; sus zapatos se habían perdido en algún rincón de la ciudad mientras trataba de escapar de unos chicos traviesos que se burlaban de ella. Llevaba un delantal viejo y gastado en el que guardaba varias cajitas de fósforos, su única mercancía. Durante todo el día había intentado venderlas, pero nadie le había comprado ni una sola. Los ricos pasaban apresurados sin mirar a su lado, los pobres apenas si podían comprar pan para sí mismos. La niña no se atrevía a volver a casa sin dinero; su padre la golpearía con severidad. Su madre había muerto cuando ella era muy pequeña, y su abuela, la única que alguna vez le mostró amor y cariño, había partido hacía ya varios inviernos. El cielo gris comenzó a oscurecer aún más, y los faroles de la calle se encendieron, iluminando las aceras cubiertas de nieve. La niña se acurrucó en un rincón, junto a una vieja pared de ladrillo, protegiéndose como pudo del viento helado. Su estómago rugía de hambre, y sus dedos entumecidos apenas podían sostener las cajitas de fósforos. "Si pudiera encender uno solo", pensó. "Aunque sólo fuera uno para calentarme los dedos..." Sacó un fósforo de la cajita y lo frotó contra la pared. Al instante, una cálida luz dorada surgió de la pequeña llama, y en su resplandor, la niña imaginó que estaba sentada frente a una gran estufa de hierro negro. La estufa crepitaba alegremente, llenando la habitación de un calor delicioso. La niña extendió las manos para calentarlas, pero justo en ese momento, el fósforo se apagó y la estufa desapareció. Sólo quedaba la fría pared de ladrillo y el viento cruel. Sacó otro fósforo y lo encendió. Esta vez la luz le mostró una mesa larga y adornada con un festín: un enorme ganso asado, relleno de manzanas y ciruelas, con jugo que burbujeaba en su piel dorada. El olor delicioso hizo que su estómago gimiera aún más fuerte. La niña alargó la mano para probar un bocado, pero el fósforo se apagó, y con él desapareció el festín. Solo quedaba la nieve cayendo silenciosa. El tercer fósforo brilló y le mostró un hermoso árbol de Navidad. Las luces titilaban como pequeñas estrellas, adornado con cintas, dulces y regalos de todos los tamaños. La niña levantó los ojos, maravillada por el esplendor, cuando de pronto, el fósforo también se extinguió, y sólo las estrellas verdaderas permanecieron en el cielo nocturno. Una de aquellas estrellas cruzó el cielo rápidamente. "Alguien ha muerto", pensó la niña, recordando las palabras de su abuela: "Cuando una estrella cae, es porque un alma sube al cielo". Encendió otro fósforo, y de pronto, en su luz cálida y vibrante, apareció la imagen de su dulce abuela. Su rostro resplandecía de ternura y paz. La niña gritó de alegría: "¡Abuelita! ¡Llévame contigo! No quiero quedarme aquí... ¡Tengo tanto frío, tanta hambre!" Temiendo que la imagen desapareciera como las otras, encendió todos los fósforos de la cajita al mismo tiempo. Su resplandor llenó la calle de luz, y en ese momento su abuela extendió los brazos, sonriéndole con infinito amor. La niña sintió que su cuerpo se aligeraba, sus pies ya no le dolían, y el frío desaparecía. Juntas ascendieron hacia el cielo estrellado, donde no había hambre, frío ni dolor, solo dicha y paz eterna. A la mañana siguiente, la ciudad despertó. Los primeros transeúntes vieron a la niña acurrucada contra la pared, sus mejillas sonrosadas y una sonrisa de paz en su rostro. A su alrededor yacían las cajitas de fósforos vacías. —Pobre niña —murmuró una mujer—. Quiso calentarse, pero murió congelada en la noche más fría del año. Nadie supo que en sus últimas horas la niña había visto maravillas, que había viajado hacia un mundo mejor en compañía de su abuela, donde nunca más sufriría. Y así, mientras el bullicio de la ciudad continuaba, el alma de la niña reposaba feliz en el cielo. Preguntas de comprensión lectora
Respuestas a las preguntas de comprensión lectora
Glosario
0 Comentarios
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
Categorías
All
|