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Categoría: Fabulas El perro y su hueso es una de las fábulas más conocidas atribuidas a Esopo, un fabulista de la Antigua Grecia que vivió aproximadamente entre los siglos VII y VI a.C. Esopo no dejó textos escritos, pero sus relatos se transmitieron oralmente y más tarde fueron recopilados por escritores posteriores. Sus fábulas son breves narraciones protagonizadas por animales con características humanas, que buscan enseñar una lección moral clara y atemporal. Esta fábula en particular se ha mantenido vigente a través de los siglos por su poderosa enseñanza sobre la avaricia y el valor de lo que ya se posee. Su sencillez y profundidad la convierten en una herramienta educativa valiosa tanto en el hogar como en la escuela. Datos interesantes
Descripción breve de la historia Introducción: Un perro llevaba en su boca un jugoso pedazo de carne que había conseguido después de mucho esfuerzo. Nudo: Al cruzar un río por un puente, vio su reflejo en el agua y pensó que era otro perro con un pedazo más grande. Deseando esa "otra carne", abrió la boca para quitársela. Desenlace: El trozo que tenía cayó al agua y se lo llevó la corriente. Así, por codicioso, se quedó sin nada. Descripción de los personajes principales
El perro y su hueso Había una vez un perro joven, fuerte y astuto, que vagaba por los campos y callejuelas en busca de comida. Su olfato agudo y su determinación lo habían llevado a conseguir un delicioso trozo de carne. Era su recompensa después de una larga jornada de búsqueda y competencia con otros perros hambrientos. Sintiéndose afortunado, lo tomó con firmeza entre sus mandíbulas y se alejó del lugar, decidido a disfrutar de su presa en soledad. Mientras caminaba, llegó a un pequeño puente de madera que cruzaba sobre un río. El agua fluía tranquila y clara, reflejando el cielo azul y los árboles que bordeaban la orilla. Al cruzar, el perro miró hacia abajo y, para su sorpresa, vio en el agua la imagen de otro perro que también llevaba un pedazo de carne. Su mente, confundida por el deseo, no reconoció que era su propio reflejo. —¡Qué suerte la mía! —pensó—. Aquel perro tiene un pedazo de carne aún más grande que el mío. ¡Debe ser mío también! Movido por la codicia y sin detenerse a pensar, abrió la boca para arrebatarle el trozo al "otro perro". Pero en ese momento, su carne cayó desde sus fauces directamente al río. La corriente se la llevó sin que él pudiera hacer nada. El reflejo desapareció con ella, y el perro quedó solo, sin nada en la boca, mirando con tristeza el agua que ahora solo mostraba su rostro confundido. Pasaron unos minutos en los que el perro simplemente se quedó quieto, observando la corriente y reflexionando. No solo había perdido su comida, sino que también había aprendido de manera dolorosa una gran lección: por querer más, lo había perdido todo. Se alejó entonces con la cabeza gacha, no por el hambre, sino por la vergüenza de su necedad. Y desde aquel día, cada vez que veía su reflejo en el agua, no pensaba en lo que podía ganar, sino en lo que podía perder por no valorar lo que ya tenía. Preguntas de comprensión lectora
Respuestas a las preguntas de comprensión lectora
Reflexión Esta fábula nos deja una enseñanza clara y poderosa, contada con la sencillez que caracteriza a las historias de Esopo. A través de una breve escena con un perro y su reflejo, aprendemos una lección que no envejece con el tiempo: la codicia y la insatisfacción pueden hacernos perder lo más valioso. La moraleja nos recuerda que no siempre necesitamos más para ser felices; muchas veces, lo que ya tenemos es suficiente si lo sabemos valorar. Desear lo ajeno o dejarse llevar por ilusiones puede conducir a la pérdida de lo seguro. El perro no era pobre ni estaba vacío; tenía un buen trozo de carne. Pero la ambición sin límites lo dejó con las fauces vacías. Preguntas para reflexionar
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